jueves, 17 de enero de 2019

¿DESDE DÓNDE QUIERO VIVIR ESTE DÍA?

Hoy doy la bienvenida a un nuevo día que comienza, una nueva etapa, en un nuevo lugar: Miraflores de la Sierra, Madrid. Este será mi hogar durante los próximos meses.
No hay mayor riqueza que disponer de todo el tiempo que la vida te ofrece y vivirlo con intensidad. No hay mayor regalo que asumir la responsabilidad de cada instante en el que respiras, piensas y observas. Observar el constante devaneo de la mente, esa voz interna que habla y habla sin cesar. Esa voz que nos narra el mundo en vez de experimentarlo. Que lo interpreta a su manera y nos hace perder el mágico instante que supone estar viva y que se nos escapa entre las absurdas quimeras del pensamiento.
La vida es una suma de instantes, un encadenamiento de momentos y en cada uno de ellos tenemos la libertad de elegir como vivirlo. Podemos perdernos entre los múltiples problemas del vivir cotidiano, o podemos convertirnos en el testigo ecuánime que observa, sin dejarse arrastrar por lo que sucede afuera, siendo conscientes de que la solución solo la podemos encontrar dentro.
Esta mañana me he despertado con el siguiente interrogante: ¿Desde dónde voy a vivir este maravilloso día de esta nueva etapa que comienza hoy, ahora mismo mientras me desperezo, mientras abro los ojos y tomo conciencia de que estoy viva? ¿Desde dónde quiero percibir y experimentar la suma de estos instantes que me han sido dados como un verdadero regalo?
Me siento frente al ordenador con la intención de comenzar el proyecto de un futuro libro y no sucede nada. Demasiado tiempo sin planificar un trabajo a largo plazo. ¡Y cómo no! ahí está la mente aprovechando la ocasión, susurrando al oído: “Estas oxidada, te falta práctica, careces de disciplina a la hora de escribir” Apago el ordenador, apago la mente. No quiero escuchar esa voz que me habla desde los más oscuros recovecos de mi propia inconsciencia y me dispongo a disfrutar de un largo paseo hasta el supermercado del pueblo de Miraflores.
A pesar del frío invierno el día amaneció soleado. Hay una luminosidad en el ambiente, que penetra en las pupilas y envuelve el rostro y la piel con una suave caricia. El suelo, cubierto de hojas secas forma una mullida alfombra bajo los pies. Inhalo profundamente y comienzo a recorrer el kilómetro y medio que me separa de esta bella localidad, bautizada por la Reina Isabel de Borbón con el nombre de Miraflores. (Anteriormente llamado Porquerizas)  
Árboles monumentales, robles centenarios desnudos por el invierno me saludan al paso mientras los observo. Camino sintiendo el aire penetrando en los pulmones, saboreando el instante en el que tomo conciencia de que formo parte del paisaje. Tomo conciencia de como el silencio interno se abre para experimentarlo todo desde lo más profundo del ser. Y me doy cuenta de lo que supone abrir esa puerta, conectar con esa frecuencia energética que me lleva a vivir este día desde el silencio interno, sin darle fuerza y poder a esa voz neurótica e inconsciente que habita en el interior de la cabeza.
Experimentar la vida desde la misma plenitud del instante. Sentarse a escribir, o a realizar cualquier actividad cotidiana, sin las habituales interferencias de la mente, libre de cualquier sabotaje interno, es una buena manera de vivir este día y cualquier día de nuestra vida. 

domingo, 13 de enero de 2019

VIAJE A LA INFANCIA



Hay seres que pueblan nuestra infancia dejando una imborrable huella. Hay personas que llegaron a nuestras vidas para quedarse. Y no me refiero a la familia, cuyos vínculos van más allá de nosotros mismos, más allá del gran misterio de estar vivo, y se adentran en el karma que como bien define Deepak Chopra: El karma es experiencia, la experiencia crea memoria, la memoria crea imaginación y deseo, y el deseo crea de nuevo el karma”. Me refiero a las relaciones que por algún motivo kármico la vida nos llevó a compartir experiencias durante un periodo determinado de tiempo y luego aparentemente se disolvieron, ante la apertura de nuevos caminos, bifurcaciones nuevas que hace que los escenarios cambien y se enciendan nuevas luces que dejan paso a nuevas representaciones kármicas.
Pero, aunque la vida nos lleve por caminos distintos, aunque un océano nos separe de ellas, estas personas siguen ahí formando parte de nuestros actos, de nuestras vidas, de nuestra manera de ver el mundo, porque se han quedado prendidas bajo la piel. Se han quedado soterradas bajo un sinfín de capas que afloran desde el sentir más profundo, cuando nos permitimos entrar en contacto con el pasado, o con el presente a través de las emociones y sentimientos que nos acompañan a lo largo de la vida.
 Lo cierto es que algo así me pasa con la hermana Amparo, no puedo pensar en ella sin dejar de emocionarme, sin dejar de experimentar una pequeña pero intensa luz que se ha mantenido viva desde la infancia. Qué ha viajado conmigo hasta el presente y quizás me ha llevado a ser quién soy, incluso a tomar los hábitos de monja budista zen. En realidad no lo sé y tampoco importa. Lo que qué sí sé es que bajo ese inmenso corazón que latía dentro de ella cabíamos todas. Con su sencilla manera de ser y con su entrega sembró nuestra infancia de amor y de una gran dosis de paciencia y tolerancia ante nuestras interminables travesuras y chiquilladas. Pronto cumplirá 88 años y sigue en pie, tras haber vivido 21 años en Colombia ayudando a los niños de la calle y a los viejos desfavorecidos, a veces arriesgando su vida entre el tiroteo de los narcos. Desde hace poco vive su tranquila vejez en Benidorm, junto a otras hermanas ya mayores como la hermana Elisa que nos hacía repetir una y otra vez los ríos y afluentes de España, hasta conseguir que todas los memorizáramos. Hoy tiene 93 años y va en silla de ruedas porque hace poco se accidentó.   
Un día inolvidable, un viaje a la infancia, a las raíces del corazón de esta gran madre el que pudimos disfrutar mi querida amiga Inés y yo. Desde que alcanzo a recordar Inés ha estado presente en todas las etapas de mi vida. Pero es ahora, según van pasando los años cuando el calor y el cariño de las amistades cobran presencia convirtiéndose en un regalo, en un disfrute permanente, como este maravilloso día vivido en Benidorm.