martes, 26 de septiembre de 2017

TRANSMUTACIÓN DEL INSTANTE



                                        Qué dulce la muerte
                                        qué alegre la vida
                                        cuando la libero de mí
                                        sin el yo, sin el tú.


Navego en un mar de aire,
sumergida en la espesura del bosque,
entre los pinos y las piedras,
sintiéndome, viajando
a través de un instante
libre, imperecedero y frágil
Tan frágil como el aire
que penetra en la piel
y sacude la vieja y oxidada
armadura del pensamiento.
Me sumerjo en el ritmo interno
del paisaje, que atraviesa mi cuerpo
entre los pinos y el olor de la hierba,
donde el latido de la vida brota
con la misma cadencia unificada
de un único organismo vivo,
la conciencia testigo
que emerge en cada instante.


jueves, 14 de septiembre de 2017


                     No hay espacio más grande que este en el que habito,
              sobre el trozo de arena, tierra o ladrillo que me sostiene.
              Tan amplio es el espacio y a la vez tan sencillo.

jueves, 13 de julio de 2017

POEMA


El río abierto frente a mí
se precipita, irrumpe en la pupila,
penetra en la mirada.
Durante la soledad del silencio
la escena me atraviesa.
Solo queda el agua, el lecho
por el que discurre,
los árboles y matojos que la delimitan.
Solo queda el instante,
Un instante de felicidad pleno
en el que se diluye la mente
en el que se desvanece mi cuerpo.
Tan solo perdura el paisaje,
el eterno fluir del silencio.


lunes, 17 de abril de 2017

LA ALQUIMIA DE LA COCINA ZEN


Esta Semana Santa la he vivido desde la cocina del Monasterio Zen Luz Serena, alimentando a las cuarenta y ocho personas que hemos participado en el retiro de Acercamiento a la Meditación Zen, impartido por el Instructor José Manuel Maceiras. Cuatro días sumergida entre desayunos, comidas y cenas. Cuatro días observando el rostro de felicidad de los comensales, mientras disfrutaban de los diferentes sabores y texturas de la comida vegetariana.  Y de nuevo los dos niveles de conciencia aflorando en cada movimiento, en cada gesto del cuerpo y de la mente. Dos niveles de conciencia fundiéndose en uno solo, derritiéndose entre el fuego de los fogones.
Por una parte me refiero al hecho de vivir conscientemente el cansancio, el agotamiento físico del trabajo de tantas horas en cocina. Y por otra parte al hecho de experimentar cómo ese mismo cansancio físico me permite acceder a un estado de conciencia, donde los mecanismos de defensa se diluyen y sólo queda la entrega, la felicidad de hacer felices a los otros a través de la comida, a través del alimento de la vida. Y es en esa entrega donde conecto con mi verdadero Ser, libre de pensamientos que lo condicionen, o manipulen.
Mientras cocino, mientras el mundo de los pensamientos desaparece, siento que estoy en casa, siento que recupero la inocencia de ver las cosas por primera vez. Una manzana, un tomate, o un simple repollo son suficientes para experimentar la vida entre las manos. Siento que habito plenamente el cuerpo en el que vivo a través del tacto, de los olores, de los sabores. Todo lo que veo, todo lo que me rodea es la casa en la que habito, cuando abandono los pensamientos y solo queda en mi interior el silencio de los fogones y el crepitar de las ollas de la cocina. Tan sólo necesito “ser y estar” en el acto de cocinar.
 Resulta curioso cómo según la gramática española, los verbos copulativos “ser y estar” no expresan nada si no van acompañados por un sujeto que ejecuta la acción y un predicado que le atribuye las características de la acción al sujeto. Y sin embargo lo expresan todo, todo lo que es inabarcable, cuando los desnudamos de ese sujeto y ese predicado que los acompaña.

La alquimia de la cocina zen, es la alquimia de la vida, cuando permitimos que ella se manifieste sin las interferencias de la mente y de la cárcel a la que nos somete el pensamiento dualista. La alquimia de la cocina zen es permitir que ese pensamiento dualista con el que erróneamente nos identificamos, arda en el silencio de los fogones para que aparezca la magia de los sabores,  la fusión de los alimentos que nos nutren y nos dan la alegría de ser y estar presentes día a día, instante tras instante.

sábado, 25 de marzo de 2017

Primavera en el viento

El viento bate
los muros  de la piel
y se adentra en los huesos
más allá del lugar
donde surge el aliento,
el vacío donde brota la vida.
El viento barre el miedo
lo disuelve en la nada
más allá de mi cuerpo
más allá de mi ser.

sábado, 4 de marzo de 2017

La levedad del viento

Vaciarme de mí
Vaciarme de ti
tender al sol los personajes
y ser solo la levedad del viento
entre la flor del almendro

sábado, 11 de febrero de 2017

Abrir los ojos

Abrir los ojos y habitar
la densidad del cuerpo
en movimiento,
en unión con el aire,
con el fuego, el agua y la tierra.
Abrir los ojos y habitar
La mañana desnuda
de pensamientos,
en unión con el aire
con el fuego,  el agua y la tierra.
Habitar el instante
 que conlleva el ahora
y abandonarse en él.

martes, 31 de enero de 2017

El paisaje cristalino



Cristalino el paisaje
se  adentra en la pupila
más allá de la piel,
más allá del correr del río

martes, 17 de enero de 2017

RESPIRAR LA VIDA

                                               

Respirar la vida, inhalar y exhalar la luz del universo en cada movimiento en el que el cuerpo danza sobre el vacío del aire, sobre las emociones que fluctúan en cada instante, en cada roce, o interpretación del ego y de la mente. Respirar entre la luz y la sombra lo que va aconteciendo, explorar entre las diferentes vertientes que nacen de la aflicción y la alegría. Respirar el milagro de la vida que se despliega por dentro.
La respiración es el vehículo en el que navego hacia el momento presente. Todo lo que tengo, todo lo que es, es esto que está ocurriendo mientras respiro. Aunque visite el pasado, aunque me proyecte hacia el futuro, vivo aquí y ahora. Aceptar lo que se va dando en el presente eterno del ahora. Abrir los ojos a la vida, cuando la vida te vive por dentro y se deja ser. Sentir el recorrido del aire oxigenado por las venas y arterias, estimulando el proceso eléctrico de cada una de las células que componen el cuerpo y que nos permiten acceder al movimiento consciente del  propio ser. Este es el verdadero regalo de la vida, vivida desde la conciencia plena de lo cotidiano.
Despertar por la mañana, abrir los ojos y experimentar la vida desde la forma, desde la sustancia vacua de los objetos, cuando soy el ser que ilumina con la mirada interna el mundo que nos rodea. La imagen de una anodina hoja caída en el suelo, o una simple nota de música atravesando el alma, es suficiente para conectar con la belleza, con la magia de la luz que ilumina por dentro el universo que nos envuelve, cuando te abres a vivir y a respirar la vida asumiéndola desde el mismo fluir de la existencia.


  

martes, 10 de enero de 2017

Haiku


                                    Sobre la espuma
                                    infinito el azul
                                    de la mañana

sábado, 7 de enero de 2017

"ZAZEN Y VIDA COTIDIANA SON NO DOS" Eihei Dogen

                                               
Después de vivir dos años y medio en el Monasterio Budista Zen Luz Serena y de haber tomado los hábitos de monja, empiezo a comprender las palabras de Eihei Dogen, maestro budista japonés fundador de la escuela Soto Zen en Japón, cuando habla de que “Zazen (meditación sedente) y vida cotidiana son no dos”
Meditar cada día por la mañana, meditar cada día por la noche, me lleva a un estado de vibración en el que no importa que esté meditando en el dojo, o que esté cocinando en la cocina, o comiendo, o dando un paseo entre los pinos. Zazen es para mí un acto de abandono, una manera de soltar las capas enquistadas en la mente y en el cuerpo, de vaciarme por dentro y conectarme directamente con el universo, desde el amor y el agradecimiento de estar viva, de experimentar el cuerpo y la mente, sin el cuerpo y la mente formando parte de un Todo.
Cuando apago la voz de la mente, cuando el silencio sucede, el universo entero eclosiona en el interior del cuerpo. Y aunque todo lo viva a través del cuerpo, éste se vuelve permeable, incluso en determinadas ocasiones se expande sin las aristas y contornos que lo delimitan normalmente, ya sea en zazen o en la vida cotidiana, generando un gozo y una felicidad que ni siquiera soy capaz de describir.
Una de las experiencias más gratificantes para mí es la comida con los cuencos oryoki, durante los retiros de meditación zen. El hecho de comer en silencio y en estado meditativo, me lleva a tomar conciencia de cómo los alimentos que voy ingiriendo nutren mi cuerpo, de cómo se convierten en sangre, de cómo fortalecen mis huesos, de cómo me permiten acceder a la vida. Experimentar la grandeza de los alimentos en el cuerpo es un acto de amor hacia la vida, un acto de agradecimiento hacia la tierra que nos alimenta y que generalmente ignoramos y maltratamos. Sentir los nutrientes del campo a través de las frutas y verduras como el calcio, el fósforo, el magnesio, el azufre…, el oxígeno del aire, el agua del riego y de la lluvia. Sentir el universo entero generando las circunstancias idóneas para que esto suceda. Aunque construyamos ciudades de asfalto, aunque vivamos en torres de cemento, imposible vivir de espaldas a la naturaleza, porque la naturaleza está dentro de nosotros mismos, nos alimentamos de ella cada día.
Zazen es para mí una actitud ante la vida cotidiana que va más allá de estar sentada sobre el cojín de meditación, es un estado de conciencia que lo abarca todo y que actualiza, en cada momento, nuestra auténtica naturaleza búdica y sagrada. Cuando el cuerpo, quieto en estado meditativo, o tendido sobre la cama, o caminando entre los pinos, o sentado sobre las rocas junto al mar sintiendo el sol del atardecer en el rostro, se diluye con la respiración, ni siquiera soy un cuerpo respirando, soy tan solo una energía vibrando en medio del universo, un  amoroso estado de conciencia que hace que me sienta en casa, esté donde esté y haga lo que haga. No hay separación, no hay dualidad posible porque todo está en todo y separarnos de ese Todo es lo que nos genera dolor y sufrimiento.