Además de respetar las normas
básicas que nos están aconsejando continuamente los medios de comunicación, no
hay mejor anticuerpo para el coronavirus que manejar nosotros el timón de
nuestra propia mente. Siempre y cuando la entrenemos para amarnos a nosotros
mismos y a los demás. El amor y la compasión de la que habla el budismo, nos
hace libres, nos cura de los pensamientos tóxicos del miedo y de la incertidumbre,
frente a cualquier situación que tengamos que atravesar en la vida.
Y qué mejor momento para los
que estamos confinados en nuestro propio domicilio, liberados de cualquier
responsabilidad laboral, que entrenar la mente para amar. Amar la vida desde el
instante mismo en que abrimos los ojos por la mañana y nos despertamos a un
nuevo día. Dueños de nuestros pensamientos, sentimientos y emociones. Dueños
para llenar cada célula de nuestro organismo vivo de agradecimiento por poder
respirar, por estar vivos. De agradecimiento por los seres que nos rodean y que
ahora con su ausencia es cuando valoramos más su presencia. Ahora que estamos
aislados podemos apreciar el amor que nos aportan día a día, nuestras familias,
nuestros amigos, todos los seres que forman parte de nuestro vivir cotidiano.
Para ello os propongo el hábito
de observar los pensamientos en el instante mismos en el que surgen y dejar que
se diluyan, en el supuesto caso que nos generen malestar, miedo o angustia,
antes de que acampen a sus anchas en nuestra mente y nos invadan como si se
tratara del mismo virus. No se trata de reprimir nada, sino de tomar conciencia
de que los pensamientos son como una nube, igual que surgen se diluyen en
nuestra mente y somos nosotros los que les damos fuerza y poder.
(Foto con la estatua de Taisen Deshimaru en el jardín japonés de Toulouse, años atrás)
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